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APRENDAMOS LEYENDO
miércoles, 14 de noviembre de 2018
¡PIOJOSO, PIOJOSO! ( segundo grado)
¡PIOJOSO, PIOJOSO!
Este era un matrimonio mal
avenido, porque ella era rica,
caprichosa, dominante y con mal
genio, mientras que él era pobre, buenazo y sin carácter.
Siempre que se ponían a discutir ella acababa insultándole y
diciéndole: ¡Piojoso, piojoso!
El pobre hombre sufría con paciencia a su mujer, pero ya
empezó a molestarle tanto oír: ¡piojoso, piojoso!
Un día que salieron juntos de paseo, iban andando y,
discutiendo, y ella le volvió a decir:
- ¡Piojoso, piojoso!
- Mira –dijo él-, ya no te consiento que me vuelvas a
insultar. Y como me vuelvas a llamar piojoso, te doy un
escarmiento.
- Pues te lo diré siempre que se me antoje: ¡piojoso,
piojoso!
Y dijo el marido:
- Está bien tú lo has querido.
Se calló, siguieron andando, y cuando llegaron puente sobre
un río, la cogió de pronto y la tiró al agua diciendo:
- Toma, para que me vuelvas a llamar piojoso.
La mujer yendo por el aire, le decía: ¡Piojoso, piojoso! Cayó
al agua y le gritaba: ¡Piojoso, piojoso! Y empezó a hundirse, y
cuando ya le cubría el agua la cabeza, sacó los brazos, juntó las
uñas de los dedos pulgares y le estuvo haciendo señas hasta que
se ahogó.
viernes, 9 de noviembre de 2018
DECIR LO QUE PIENSAS Y PENSAR LO QUE DICES (5º. GRADO)
Antes de comenzar la lectura:
1.- ¿Tú dices siempre todo lo que piensas?
2.- ¿Hay que decir en todo momento lo que pensamos de alguien, aún sabiendo que le podemos hacer daño?
3.- ¿Debemos pensar las cosas antes de decirlas?
DECIR LO QUE PIENSAS Y PENSAR LO QUE DICES
1.- ¿Tú dices siempre todo lo que piensas?
2.- ¿Hay que decir en todo momento lo que pensamos de alguien, aún sabiendo que le podemos hacer daño?
3.- ¿Debemos pensar las cosas antes de decirlas?
DECIR LO QUE PIENSAS Y PENSAR LO QUE DICES
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Entonces, continuó la Liebre, debieras decir lo que piensas.
- Pero ¡si es lo que estoy haciendo!, se apresuró a decir Alicia. Al
menos…, al menos pienso lo que digo…, que después de todo viene a
ser la misma cosa, ¿no?
- ¿La misma cosa? ¡De ninguna
manera!, negó enfáticamente el
Sombrerero. ¡Hala! Si fuera así,
entonces también daría igual
decir: “Veo cuanto como” que
“como cuanto veo”.
- ¡Qué barbaridad!, coreó la Liebre
de Marzo. Sería como decir que da
lo mismo afirmar “me gusta
cuanto tengo”, que “tengo cuanto me gusta”.
- Valdría tanto como querer afirmar, añadió el Lirón, que parecía hablar
en sueños, que da igual decir “respiro cuando duermo” que “duermo
cuando respiro”.
- Eso sí que te da igual a ti, exclamó el Sombrerero.
Y con esto cesó la conversación.
LA ANCIANA Y EL CURANDERO (3ºGRADO)
LA ANCIANA Y EL CURANDERO
Había una vez una anciana que tenía problemas en la vista y fue a
visitar a un curandero. Este la examinó atentamente y afirmó que
podía curarla, a condición de que mantuviera los ojos cerrados
mientras el tratamiento hacía efecto. La anciana aceptó.
El curandero preparó una poción. La anciana la bebió con los ojos
cerrados y se quedó así durante unos momentos. Entonces el
charlatán aprovechó para robarle sus cuadros, joyas, muebles y
alfombras.
Al final, la anciana recobró la vista, pero no quiso pagarle al
charlatán, que la llevó ante los tribunales:
-No, no pagaré porque no me he curado –dijo ella ante la
corte-. Incluso puedo afirmar que mi enfermedad ha empeorado.
Antes veía mis muebles, mis cuadros, mis joyas y mis alfombras,
pero ¡ahora ya no los veo!
LA RANA Y LA CULEBRA (4º)
LA RANA Y LA CULEBRA
El hijo de la rana brincaba en el bosque cuando vio algo nuevo en el camino. Era una persona larga y esbelta, y su piel relucía con todos los colores del arco iris.
-Hola -dijo Niño-rana-. ¿Qué haces tirado en el sendero?
-Calentándome al sol -respondió esa otra persona, retorciéndose y desenroscándose-. Me llamo Niño-culebra. ¿Y tú?
-Soy Niño-rana. ¿Quieres jugar conmigo?
Así Niño-rana y Niño-culebra jugaron toda la mañana en el bosque.
El Niño-rana le enseñó a Niño-culebra a saltar y ésta le enseñó a arrastrarse por el suelo y trepar a los árboles.
Después cada cual se fue a su casa.
-¡Mira lo que sé hacer, mamá! -exclamó Niño-rana, arrastrándose sobre el vientre.
-¿Dónde aprendiste a hacer eso? -preguntó su madre.
-Me lo enseñó Niño-culebra. Jugamos en el bosque esta mañana. Es mi nuevo amigo.
-¿No sabes que la familia Culebra es mala? -preguntó su madre-. Tienen veneno en los dientes. Que no te sorprenda jugando con ellos. Y que no te vuelva a ver arrastrándote por el suelo. Eso no se hace.
Y desde ese día, Niño-rana y Niño-culebra nunca volvieron a jugar juntos. Pero a menudo se sentaban a solas al sol, cada cual recordando ese único día de amistad.
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